Como favorecer una buena relación entrenador – deportista

Las personas necesitamos relacionarnos entre nosotros, sobre todo para  para alcanzar nuestros objetivos. Se trata de colaborar, de aprender, de tomar ejemplo… Esto es así en todos los ámbitos de nuestra vida, pero es en el deporte donde cobra una importancia vital. La relación entre un entrenador y sus deportistas es quizá la relación más transcendental para ambos. Que esta relación se sepa gestionar y se sepa cuidar para que cada uno saque lo mejor de sí mismo es algo muy difícil. Se necesitan grandes dosis de sinceridad y honestidad entre ambos.

El entrenador debe exigir, debe enseñar, debe explicarse… todo esto sin dejar de lado la cercanía y el afecto que debe tener una relación de persona a persona.

El deportista por su parte también debe ser sincero y honesto para que su entrenador le ayude a mejorar. Ambos deben dialogar juntos, reflexionar, entender sus propios límites y capacidades para llegar a la conclusión de cómo mejorar juntos. No se trata de que uno tenga todo el conocimiento y el otro lo tenga todo que aprender. En una relación aprenden ambos, siempre. Aunque seas un entrenador con 20 años de experiencia y trates de ayudar a un joven que está empezando en su deporte, también tú debes aprender sobre ese deportista, sobre tu relación con él para poder ayudarle a mejorar. El deportista debe adaptarse al carácter del entrenador, pero el entrenador también debe amoldarse a su pupilo.

 

Muchas veces escuchamos que el entrenador debe tratar a todos por igual, algo que resultaría erróneo. Dentro de un equipo hay diferentes personalidades, diferentes egos, diferentes formas de afrontar una crítica o un cumplido. Sólo siendo observador puedes darte cuenta de qué forma puedes motivar y despertar el interés por aprender de  cada uno de tus deportistas. Una crítica en un momento determinado puede hacer que un jugador salga de su zona de confort y se esfuerce más que nunca. La misma crítica a otro perfil de jugador puede hundirle y hacer que baje del todo los brazos. Quizá uno necesita unas palabras de apoyo, quizá otro un toque de atención… Observar y dialogar. Dialogo falta mucho en el mundo del deporte.

Es cierto que se habla, pero no se dialoga: No se trata de solo decir, de explicar… se trata de transmitir, de asegurarse de que los dos vamos en la misma dirección, de que lo que yo siento es lo mismo que siente el otro. Hay que poner más los sentimientos encima de la mesa. Cómo me siento yo entrenando, como me siento yo siendo entrenado…

Esto es necesario para atajar cualquier conflicto, cualquier malentendido… y mucho más importante, para prevenirlos. Cualquier dialogo con el otro te va a hacer aprender algo de él, pero también de ti. De cómo te enfrentas a las relaciones, de cuanto de tus frustraciones o ilusiones pones en la otra personas. Si no somos conscientes de esto corremos el riesgo de ver a la otra persona como pensamos que es, y no como realmente es. Sólo con unas relaciones sinceras y honestas basadas en el respeto y el dialogo se puede luchar juntos por unos objetivos y disfrutar del proceso, creciendo y desarrollándonos continuamente.

En definitiva, una relación sana entre deportistas y entrenadores creara unos vínculos en los que la autoconfianza y la seguridad de cada uno se verá aumentada, algo que que se verá reflejado en el rendimiento, en los resultados y en el bienestar del equipo en general.

En el pasado y aún ciertos sectores en el presente, creían que un entrenador debía ser duro y autoritario para sacar lo mejor de sus deportistas. La investigación en psicología deportiva y de los grupos hace tiempo que rechazo esta hipótesis.

Estas son las cualidades que han demostrado favorecer una gran conexión entrenador – deportista:

  • Comprensión y empatía
  • Demostrar interés, no sólo por lo deportivo, también por lo humano
  • Ser flexible, saber modificar actitud, normas límites… en función de la situación y la persona
  • Mostrarse cercano y comunicativo
  • Tomar decisiones democráticas

Es preciso cuidar las relaciones personales incluso con esa persona con la que no te apetece relacionarte en un momento determinado… cuando no tenemos «feeling» con alguien, cuando no congeniamos, debemos preguntarnos que influencia tengo yo en que la relación sea así, es decir ¿es sólo culpa del otro que no tengamos buena relación? ¿qué responsabilidad tengo yo en que esa relación no este funcionando? Es necesario volver la vista a uno mismo, a los sentimientos que despierta esa otra persona en ti y cómo puedes canalizarlos para obtener una relación positiva y productiva. Dejar pasar es lo mas fácil, pero esperar que las cosas se solucionen solas no suele funcionar. Cuando intentas que los conflictos no te alcancen al final lo que consigues es que te adelanten por la derecha.

Es preciso estar pendientes de las relaciones, del buen funcionamiento del grupo y abordar con sinceridad y honestidad cualquier situación. Todos lo agradeceremos. Más dialogar y menos suponer.

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